El Arsenal ha tasado a Cesc en casi 80 millones de euros, y Llorente, presidente del Valencia, ha advertido que «si van a ofrecer 30 millones por Silva, que ni llamen». Buena forma de detener el exagerado flujo de fichajes importantes antes del Mundial.
Lo de Villa por el Barcelona había sido demasiado fácil. Estaba hablado, apalabrado y cerrado desde hacía tiempo. Fichajes así no se acometen de un día para otro, evitando además las filtraciones de la prensa. Por eso, cuando salió el Madrid queriendo cerrar a Silva y el Barça volvió a la carga para llevarse a Cesc, sus equipos se han plantado.
El fichaje de Cesc por el Barcelona es una historia de amor condenada a un final feliz, quiera o no Wenger. El jugador ha declarado públicamente que quiere fichar por el Barça, ha hablado con su entrenador y ahora es el club quien tiene que ponerle precio. Pero los gunners, lógicamente, no van a dejar salir por cuatro duros a su capitán. La oferta de 35 millones que ha presentado el Barça queda ridículamente lejos de los casi 80 que pide el conjunto londinense.
Lo de Silva es lo de siempre. El Valencia se resiste a vender al Madrid. Lo hizo con Mendieta, con Ayala y, la temporada pasada, con el propio David Villa. Manuel Llorente, que vendió a Villa al Barça sin problemas y sin un sólo «pero», pretende ahora desangrar al Madrid. Insinúa que el precio de Silva será superior al del asturiano, porque «es más joven». Una posición comprensible, pero incoherente.
Sea como fuera, hay que quitarse la venda. Jugadores como Cesc y Silva, jóvenes e internacionales por España, no iban a salir de sus clubes tan fácilmente. En los videojuegos funciona así, en la vida real, de momento, no.
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